La Psiquiatría Infantil y del Adolescente comporta una visión médica tanto de la valoración (diagnóstico) como del tratamiento de los diversos trastornos de conducta, de la relación social o del rendimiento académico que los menores presentan en ocasiones, así como de otros muchos problemas que pueden aparecer en el desarrollo vital de los niños y los adolescentes:
Cabe decir que merecen especial atención por su frecuencia y repercusión los problemas que dan el déficit de atención (que puede abocar al fracaso escolar), y la excesiva inquietud motora (o hiperactividad), que suele acompañarse de alteraciones de conducta debidas a la impulsividad.
Asimismo, es recomendable valorar las dificultades de comunicación y de relación social, que cuando comprometen el deseable desarrollo de las capacidades del niño o adolescente para evolucionar e integrarse dentro de la sociedad, precisan de una intervención lo más precoz posible, además de un examen completo a nivel médico.
Una intervención temprana también es recomendable en aquellos menores, que, generalmente a partir de la pubertad, empiezan a mostrar una desproporcionada incomodidad con su cuerpo, lo cual les lleva a reducir drásticamente su ingesta de comida, o realizar actos inadecuados, como el vómito, con el objeto de perder peso.
También existen problemas de miedo o preocupación excesivos, ansiedad, incluso con ataques de pánico, e ideas obsesivas que se repiten y que a veces se combinan con conductas repetitivas, y que requieren de atención especializada.
Los niños, y en cierta medida los adolescentes, presentan cuadros de depresión que son diferentes en los de los adultos. Pueden no aparecer especialmente tristes, pero sí irritables, rebeldes, aislados, y en el caso de los adolescentes comenzar a consumir drogas. Si existe un cambio radical en poco tiempo, es especialmente importante consultar con un psiquiatra del niño y del adolescente.
El psiquiatra infantil y del adolescente se ve así necesariamente implicadoen l a valoración del Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), los Trastornos del Espectro Autista (TEA), los trastornos de la conducta alimentaria, los trastornos psicóticos, y también siempre que se precise la utilización de medicación como apoyo a la psicoterapia, o como tratamiento único si ésta no es posible, en otras muchas situaciones, como por ejemplo en los trastornos ansiosos y afectivos.
Cuando trabaja en equipo con psicólogos clínicos, conviene que exista una coordinación entre éstos y el psiquiatra infantil y del adolescente, de forma que se pueda dar una complementariedad en la visión diagnóstica, y una mayor eficacia en la intervención destinada a eliminar, o al menos disminuir, los síntomas. Por otro lado, la suma de destrezas que suman los psiquiatras y los psicólogos en el tratamiento de la patología mental redunda en beneficio del paciente, con un mayor abanico de posibilidades para la mejoría de los trastornos, así como una reducción de los síntomas más completa.
Kristian Naenen. Psiquiatra Infanto-Juvenil.