Hasta hace relativamente pocos años se creía que ser niño era un sinónimo de ser feliz, por lo que la depresión infantil ha tardado en ser aceptada, estudiada y tratada. Hoy en día sabemos que un 2% de los niños y un 5% de los adolescentes la sufren, sin embargo, no todos los casos se detectan y,  por lo tanto, muchos no reciben la ayuda que necesitan.

Una de las razones por las que ocurre esto es que los más pequeños no manifiestan este trastorno como los adultos y algunos de sus síntomas pueden ser bien distintos. Además, como no existen dos niños iguales, tampoco hay dos depresiones iguales.

Puedes empezar por observar lo siguiente:

  • ¿Notas a tu hijo triste y abatido? ¿dice que no vale para nada y se minusvalora continuamente? ¿expresa desesperanza de cara al futuro?
  • ¿Se irrita con facilidad? ¿le notas malhumorado sin razón aparente?¿tiene cambios de humor con frecuencia?
  • ¿Se queja de que se aburre? ¿ves que ha abandonado sus aficiones y que nada le divierte?¿parece que no es capaz de disfrutar de nada?
  • ¿Come menos o más que antes? ¿duerme menos o más que antes? ¿se queja a menudo de dolores de cabeza, de espalda o de barriga?
  • ¿Está siempre cansado? ¿parece como si le faltara energía, cómo si todo le supusiera un gran esfuerzo?
  • ¿Le cuesta concentrarse? ¿tiene despistes y olvida cosas con frecuencia? ¿su rendimiento escolar ha disminuido? ¿se muestra indeciso, hasta para cosas nimias?

Por supuesto tu hijo no tiene porque mostrar todos estos síntomas y puede, además, tener algunos más, pero si has detectado cambios similares, no esperes más y consulta a un especialista. Ten en cuenta que el suicidio es la tercera causa de muerte entre los 15 y los 24 años.

La depresión infantil no es culpa de los padres, así que olvida tus prejuicios y no caigas en el frecuente error de pensar: “¿cómo va a estar deprimido si lo tiene todo?” pues precisamente esta es una de las causas que predisponen a este problema cada vez más frecuente en nuestra sociedad. Los niños tienen que aprender a conseguir las cosas con su esfuerzo y que no le vengan regaladas para aprender a valorarlas y a valorarse. Desde luego que hay situaciones desencadenantes, como pueden ser la muerte de un ser querido, sufrir acoso escolar, etc. pero analizar las causas, que siempre son varias, será cosa del psicólogo que lo atienda, por lo que eso no debe preocuparte, pero sí consultar cuanto antes.

El profesional que lo atienda se coordinará contigo, con otros familiares que lo atiendan habitualmente  y con sus profesores, para daros pautas encaminadas a que aprenda a pensar de manera diferente, para que recupere sus hábitos y actividades saludables, se valore positivamente, etc. Mientras que con el niño-adolescente trabajará, de forma individualizada, en el autocontrol emocional, sobre su visión negativa de sí mismo, del resto del mundo y del futuro, le entrenará en estrategias de solución de problemas y toma de decisiones, en habilidades sociales si es necesario, etc.

Ten muy presente la gravedad de la depresión infantil y no olvides que detectar el problema a tiempo facilita enormemente su recuperación, que con la terapia anteriormente mencionada, alcanza el éxito en el 80% de los casos.

Isabel Moya