El síndrome del impostor afecta sobremanera a gran parte de la población

El síndrome del impostor constituye una problemática que, a pesar de no estar contemplada en los distintos manuales diagnósticos, afecta sobremanera a gran parte de la población.

Este fenómeno se caracteriza por la incapacidad de reconocer e internalizar los propios logros, considerándolos fruto de la suerte, el azar o la coincidencia. Además, quienes lo padecen piensan que en cualquier momento pueden ser descubiertos como un fraude, pues están convencidos de que no merecen las oportunidades que han conseguido o el éxito que los demás le reconocen u otorgan, lo que favorece la aparición de sentimientos como el miedo. Por lo tanto, son personas con un autoconcepto confuso, ya que, a pesar de tener claras evidencias acerca de su eficacia y competencia, se ven así mismos como incapaces e incompetentes. En cuanto a su prevalencia, cabe resaltar que afecta de igual manera a hombres y mujeres. La evidencia científica señala que es un fenómeno altamente frecuente en población general, afectando a 7 de cada 10 personas en algún momento de su vida profesional.

En este sentido, se hace necesario conocer los diversos síntomas que caracterizan a este fenómeno, con el fin de detectarlo y poder tratarlo. Entre ellos destacan: perfeccionismo, baja percepción de autoeficacia, autoestima frágil, bajas expectativas de resultado y alta autoexigencia, además de autoconcepto difuso -tal y como comentábamos anteriormente. Asimismo, las personas que lo sufren tienden a minimizar o subestimar sus éxitos y les aterroriza el fracaso o la comisión de errores. Todo ello, aboca en el rechazo de oportunidades laborales (como puede ser un aumento de puesto y sueldo) y la procrastinación. Lo primero es debido a que procesan estas grandes oportunidades como amenazas, pues piensan que van a generarse situaciones que van a dejar entrever su incompetencia. Lo segundo se debe a que el miedo irracional a cometer errores y la creencia instaurada de que no son lo suficientemente buenos, les mueve a posponer sus obligaciones y quehaceres con el fin de no errar.

Algunas de las causas que se encuentran a la base de este fenómeno son: el pesimismo defensivo -un patrón de conducta y pensamiento determinado por la autoexigencia, el miedo al fracaso y las predicciones negativas-, la autoestima basada en resultados y la baja resiliencia, la cual provoca que los acontecimientos negativos se contemplen como signos de ineptitud y no como oportunidades de aprendizaje. Estos constituyen factores a tener en cuenta en la prevención del síndrome del impostor, pues parecen predisponer a su aparición. En el caso de no haberles puesto solución, es altamente probable que este fenómeno aparezca, siendo necesario su correcto abordaje en la práctica clínica, pues de él se derivan numerosos perjuicios.

En este sentido, es necesario destacar que antes de intervenir se ha de contemplar detenidamente el caso, pues es probable que algunas personas sientan miedo y percepción de baja autoeficacia ante el hecho de enfrentarse a situaciones nuevas y complejas, siendo esto completamente normal. No obstante, si la sintomatología comentada se extiende ante otras situaciones y esta se mantiene en el tiempo (más de 6 meses), siendo claramente incapacitante, se debería iniciar la intervención.  Algunos de los ejercicios que se llevan a cabo en esta son: escribir los logros alcanzados y los conocimientos, capacidades y habilidades que han provocado su consecución, exponerse a recibir elogios y trabajar en no rechazarlos o no darlos por válidos. Además, se atiende en profundidad al diálogo interno, pues suele ser muy negativo. Asimismo, se trabaja el locus de control interno; es decir, la concepción de que los éxitos no se deben a la suerte o el azar, sino al esfuerzo, la constancia y la tenacidad.

 

 

Sofía Payá López

Psicóloga